Felipe B. Pedraza Jiménez, Sexo, poder y justicia en la comedia española (cuatro calas), Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2007, 149 p.
ISBN 978-84-935541-9-4.
El libro que me dispongo a reseñar posee dos virtudes que hacen de él una rareza entre los múltiples estudios de crítica literaria que proliferan en nuestro tiempo: 1) trata de ideas —políticas, sociales, religiosas, éticas, morales— que se encuentran presentes en los distintos materiales que interpreta, 2) se acerca a la comedia española desde una perspectiva política, pero no limitada ideológicamente.
En la obra de Pedraza, la literatura se considera un vehículo de transmisión de ideas, como bien señala el autor. Si bien es cierto que los dramaturgos no son filósofos, sí se encuentran insertos en una estructura socio-política que determina, en parte, el contenido de sus obras: "No hace falta recordar que los dramaturgos no se dedican a la filosofía política y los más no se interesan ni poco ni mucho por esa ciencia; pero viven, como su público, en sociedad y no pueden dejar de verse afectados por los estados de opinión, los valores y prejuicios del momento en que escriben. A veces, incluso tratan de moldear con sus obras las ideas políticas y sociales del auditorio" (Pedraza, 2007: 137).
Los análisis de las comedias tratadas —El marqués de Mantua, No hay ser padre siendo rey, La justicia en la piedad, El Caín de Cataluña, Los cabellos de Absalón y una serie de comedias de comendadores— alcanzan una brillantez y una agudeza que deja al lector deseoso de que el libro no llegue a su final. Es muy difícil hoy en día encontrar trabajos que no se limiten a contar una y otra vez, de mil maneras distintas, el argumento de las obras, sus recursos estilísticos o su disposición formal. Es cierto que esos trabajos son necesarios, pero también es cierto que la literatura española contiene ideas y que en sus manifestaciones se abordaron problemas de primer orden, social y político: "Lope está enfrentando, a través del razonamiento de los hermanos, la arbitrariedad tiránica y la monarquía gustosamente sometida al ordenamiento jurídico" (Pedraza, 2007: 29). De todo ello traza un panorama admirable el opúsculo del profesor Pedraza.
Especialmente interesante se nos muestra la continua asociación que establece el autor entre la tragedia y el conflicto de naturaleza política, independientemente de la resolución que se dé a tal conflicto, como bien lo muestra el último capítulo, en que se expone una evolución de las posibilidades resolutivas que se ofrecían a los diferentes autores en las distintas épocas estudiadas. Sus análisis son meticulosos en grado sumo, por ejemplo, en el momento en que descarta la dialéctica política de obras como Los comendadores de Córdoba: "Pero, internamente, el que los ofensores del veinticuatro cordobés sean o no comendadores tiene escaso relieve dramático. Se subrayan con mayor intensidad otros rasgos, por ejemplo, el que Jorge y Fernando son "sobrinos del obispo". No presenta la obra el abuso de un grupo social sobre otro, sino el conflicto entre miembros de un mismo estamento, para más inri emparentados entre sí: doña Beatriz, la esposa adúltera, es prima de los comendadores” (Pedraza, 2007: 70).
El autor recorre distintas comedias españolas cuyo eje central gira en torno a las relaciones entre el poder, el sexo y la justicia. En este sentido, estudia la evolución de la resolución y materia del conflicto dramático teniendo en cuenta los cambios socio-políticos que operan en los distintos reinados, empezando por Felipe II, y teniendo en cuenta autores fundamentales en el desarrollo de las ideas políticas, como Santo Tomás, Maquiavelo, Mariana... Si las primeras comedias trataban de resaltar la necesidad de hacer prevalecer la justicia, el castigo y la reparación, sólo posible en parte, del daño sufrido por las víctimas, todo ello respondería al interés social de mostrar que los desafueros que cometía la nobleza tendrían una respuesta legal firme por parte de la monarquía. Ahora bien, una de las consecuencias de esta reafirmación del poder real fue el afianzamiento de la monarquía absoluta: "Claro está que no eran revolucionarios, cosa impensable en la potencia hegemónica y en teatro popular, sino mantenedores de un sistema que —creían— podía peligrar si no atajaban ciertos abusos" (Pedraza, 2007: 75). Esto explica, en las acertadas tesis del autor, que dramaturgos como Guillén de Castro o Francisco de Rojas Zorrilla no tuvieran tan fácil situar en escena el ajusticiamiento de un príncipe, por muchos delitos que este cometiera y por muy horribles que estos fueran, caso del fratricidio: "Como he tratado de explicar, los dramaturgos se hacen eco de una paradoja política: la profundización en el absolutismo (que implica la supresión de regímenes excepcionales y de jurisdicciones especiales) impulsa, al mismo tiempo, la salvedad relativa a las personas reales, por ser garantes del ordenamiento jurídico general, incluso cuando a título individual lo conculquen" (Pedraza, 2007: 149).
Los sucesos acaecidos en Francia, con el atentado perpetrado contra Enrique IV, cada vez hicieron más polémicas las decisivas doctrinas renacentistas que abogaban por el derecho del pueblo al tiranicidio. La comedia española aparece así como una pieza más a tener en cuenta en el estudio de estos importantes aspectos de la filosofía política, sobre todo estas comedias que, como las de Lope, partían de la premisa de conquistar y dar gusto al espectador, con lo que sus dramatizaciones pueden darnos datos muy importantes acerca de la mentalidad imperante en el público de la época.
Especialmente interesante resulta el análisis que realiza el autor de Los cabellos de Absalón, cuya interpretación, frente a derivas freudianas y sicologistas, opta por un tratamiento de la violencia sexual como parte constituyente de una dialéctica política. Las pulsiones incontrolables de los protagonistas de las obras analizadas adquieren en la interpretación de Pedraza una dirección socio-política fundamental que trasciende la experiencia traumática, sin anularla en lo que posee de experiencia sicológica límite: "El núcleo de La venganza de Tamar tirsiana es la violencia sexual de Amón, de la que es víctima su hermana Tamar. Esta vivencia conflictiva podría dar pie a un drama sicológico, freudiano, visto desde la perspectiva única del personaje perturbado e incapaz de superar su problemática vivencia. En Los cabellos… no encontramos sólo esa realidad interna, sino también su proyección sobre un ambiente social y político en el que las apetencias personales se han desmandado y en el que los afectos dominan las decisiones del representante máximo de la autoridad: el rey David" (Pedraza, 2007: 87). Las lecturas que realiza de las obras de Lope, Castro, Rojas y Calderón muestran siempre la consideración del crimen en lo que tiene de abuso estamental, de estrategia de reafirmación política (es el caso de la violación de las concubinas del rey David que lleva a cabo Absalón para disuadir al pueblo de cualquier temor que pudiera albergar respecto a una reconciliación del príncipe con su padre), o de conflicto que requiere una actuación judicial que atenta contra la propia familia de quien ha de garantizar la justicia. La dialéctica entre la moral familiar y la moral jurídica queda magistralmente expresada en los análisis literarios de Pedraza, que demuestra un gran dominio de las nociones de ética, moral y derecho. Más allá de la justicia poética, en estos dramas estaba en juego toda una serie de reflexiones acerca de los límites del poder político, de la frontera que separa la tiranía de la monarquía, de la necesidad de reparar a las víctimas jurídicamente como una de las máximas vertebradoras del orden civil, de la conveniencia o no de la imposición del castigo a ciertos miembros de la sociedad vinculados a la monarquía… Se trata, en definitiva, de debates que no han desaparecido de nuestras sociedades actuales, con lo que las obras analizadas adquieren así actualidad y vigencia. Pedraza no realiza un estudio arqueológico de la comedia áurea española, sino que recupera en estas obras ideas claves de la filosofía política de todos los tiempos:
“Evidentemente, el legítimo deseo de las víctimas —y debiera serlo de toda la sociedad— es que el crimen no alcance los objetivos para los que nació: por respeto a los que lo sufrieron y como profilaxis social imprescindible. […] Contradiciendo sus más íntimos y vitales intereses, el emperador mantiene la idea matriz de que la justicia reparadora es piedra angular del edificio social" (Pedraza, 2007: 50, 51).
En definitiva, todo un ejemplo de lo que supone el tratamiento de la literatura si queremos sobrepasar manidas interpretaciones que se empeñan en reducirla a una mera formalidad, hermosa, pero carente de ideas. Una obra que ofrece una lectura deliciosa, que no defraudará a nadie y que posee una enorme riqueza no sólo para los filólogos, sino también para todos aquellos que estén interesados por el desarrollo literario de las ideas más fundamentales y cruciales de la historia del pensamiento, así como de la historia política de España y Europa. Una obra imprescindible que reivindica las dialécticas políticas que las obras teatrales llevan a escena, ya desde su nacimiento en la Atenas de Pisístrato. En suma, una obra de lectura obligada.
Violeta Varela Álvarez.
Universidad de Salamanca.