domingo, 25 de marzo de 2007

Sobre el volumen que dio nombre a la revista

El volumen de Alfredo Hermenegildo Teatro de palabras, didascalias en la escena española del siglo XVI [Lleida, 2001, ISBN 84-8409-090-6] es el que bautizó también a esta revista con ese título tan evocador del trabajo de los estudiosos del teatro áureo, pero también con toda la tradición que recoge en sus análisis de las didascalias implícitas: la de la lingüística pragmática ilocucionaria (Searle, Austin, Vanderveken), que ha puesto de relieve las funciones activas del lenguaje, el hecho de que el lenguaje no es sólo comunicación o información sino también acción.

Y, para demostrarlo, ahí están primeramente los imperativos de "Cantemos voz en grito" o de "Aballemos, aballemos", pero también las intervenciones declarativas por las que el personaje que tiene poder para ello hace con sólo decir, un paso en el que el imperativo "sea" se realiza en indicativo "es".

¿Son realmente dos mundos aparte el texto y el espectáculo? Alfredo Hermenegildo defiende que no, al demostrar que hay ya en el primero una dramaticidad que encierra la virtualidad del segundo.

El personaje teatral queda definido por lo que hace (gestos son amores...), pero lo que hace aparece constantemente vinculado a la palabra, a la suya o a la de los otros personajes, de tal manera que ese entramado dialógico está cargado de acción.

Tenemos ahí algo que apunta ya claramente a lo teatral, pero de manera virtual, como señala el estudio que comentamos. ¿Qué falta para tener teatro? ¿Cuál es la diferencia clave entre lo narrativo o lo litúrgico y el hecho teatral primitivo? La apropiación por parte de un personaje de un espacio dramático, que es invadido por personajes contrarios: una lucha de espacios y de palabras, la de los Reyes Magos del Auto medieval.

Ese teatro naciente, desnudo, esencial, representa el tema de trabajo permanente de Alfredo Hermengildo, y su trabajo es la palabra, la lectura y la enseñanza, en las clases y en los teatros, con los estudiantes y con los actores, con los colegas (que aquí hay uno) y con el público de los festivales. Hombre de teatro y hombre de palabra: este es decididamente su libro.